
I. La actitud de Pablo al enfrentar a sus adversarios con la mansedumbre y la benignidad de Cristo
El Pastor David Jang examina todo el capítulo 10 de 2 Corintios y destaca la importancia de la actitud que muestra Pablo en la iglesia de Corinto. Presta especial atención al tono que adopta Pablo en el capítulo 10, versículo 1, distinto del que se percibe en la primera parte de 2 Corintios. Este cambio se relaciona con la razón por la cual Pablo escribió una carta firme y enérgica. En este contexto, podemos recordar la llamada “carta de lágrimas”, aquella epístola de amonestación que Pablo envió entre 1 Corintios y 2 Corintios. El tono severo de aquella carta y la firmeza que reaparece en 2 Corintios 10 evidencian la clara reprensión a los falsos maestros que se habían infiltrado en la iglesia y el ejercicio de la autoridad apostólica de Pablo para resolver la confusión que reinaba en la comunidad.
En 2 Corintios 10:1, leemos: “Os ruego, por la mansedumbre y benignidad de Cristo, yo Pablo, que cuando estoy presente soy humilde entre vosotros, pero ausente soy osado para con vosotros…”. El Pastor David Jang analiza la situación concreta que enfrentaba Pablo. Incluso la iglesia de Corinto, que él mismo había fundado y enseñado, ahora lo criticaba. Algunos lo acusaban de ser muy enérgico cuando escribía cartas desde otro lugar, pero inofensivo y carente de poder cuando se encontraba cara a cara. Estos críticos se fijaban en criterios culturales apreciados en el mundo helénico de la época, como la “técnica retórica”, la “oratoria” y la apariencia externa, y con base en ello juzgaban a las personas. Por eso decían: “Sus cartas son buenas, pero en persona habla con torpeza, su apariencia es pobre y no parece digno de gran estima”.
El Pastor David Jang valora mucho la actitud de Pablo ante esos adversarios. Las dos palabras que aparecen en 2 Corintios 10:1, “mansedumbre” y “benignidad”, son virtudes sumamente importantes que reflejan el corazón de Jesucristo. Así como el mismo Jesús dijo en Mateo 11:29: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón…”, también Pablo practicó la mansedumbre y la benignidad de Cristo al ocuparse de la disciplina de la iglesia. En griego, “mansedumbre” (praus, πραΰτης) abarca humildad, suavidad y dulzura; mientras que “benignidad” (epieikes, ἐπιεικής) alude a una “actitud considerada y prudente”. Aun cuando había falsos maestros en la iglesia que perturbaban la paz y socavaban la autoridad de Pablo, él se contuvo de responder con ira, eligiendo la “mansedumbre y benignidad de Cristo” para tratarlos. El Pastor David Jang explica que no se trataba de una actitud débil, sino más bien de una determinación “blanda por fuera y firme por dentro”, un verdadero “exterior suave y una fuerza interior”.
Sin embargo, Pablo no se quedó de brazos cruzados aceptando pasivamente los ultrajes. Al avanzar a 2 Corintios 10:2-3, vemos que él expresa claramente su disposición a actuar con firmeza. Aquellos que lo difamaban en la iglesia decían: “Pablo y sus acompañantes viven conforme a la carne”, es decir, se conducen de forma mundana y actúan para su propio beneficio. Ese trasfondo estaba relacionado con las menciones sobre ofrendas y colectas en los capítulos 8 y 9, así como con otras referencias financieras en Romanos 15:27. Los adversarios acusaban a Pablo de promover colectas para satisfacer sus propios intereses, rechazando la explicación de que la recaudación tenía como propósito ayudar a los santos necesitados de la iglesia de Jerusalén.
El Pastor David Jang subraya que, a pesar de las calumnias, Pablo mantuvo la mansedumbre y la benignidad, y a la vez se dispuso a detener con decisión a esos adversarios para que no siguieran perturbando la iglesia ni engañando a los hermanos. Pablo no temía las críticas porque se sabía íntegro ante Dios y ante los hombres. Hechos 20:33-35 y 1 Corintios 4:12, entre otros pasajes, dan testimonio de su conducta: trabajaba con sus propias manos para costearse la vida, soportaba la persecución y respondía a las injurias con bendición; no codiciaba ni oro, ni plata ni vestidos de nadie. Debido a esta forma de vida, podía afirmar con convicción que “no vivía según la carne”. El Pastor David Jang destaca que esta actitud de Pablo sirve de gran ejemplo hoy en día para los líderes y obreros de la iglesia: cuando surgen intrigas y malentendidos, si uno está en lo correcto ante el Señor, no debe tambalearse; debe pelear la buena batalla por el evangelio sin perder la mansedumbre y la benignidad.
En especial, en 2 Corintios 10:3 y siguientes, Pablo declara que su objetivo en la lucha no es “lo que pertenece a la carne”. Él dice: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne”, dejando claro que toda batalla que emprende busca edificar la iglesia de Dios, el cuerpo de Cristo. El Pastor David Jang observa aquí que la “lucha” de Pablo no era una simple riña humana, sino una guerra espiritual contra la falsa enseñanza, para proteger el evangelio y la iglesia. De ese modo, la mansedumbre y la benignidad de Pablo se manifiestan junto con su determinación de defender la verdad, no como una postura débil, sino como una determinación firme unida a la fuerza que proviene del evangelio. El Pastor David Jang subraya que en 2 Corintios 10 se ve con nitidez esta actitud de Pablo y que, hasta hoy, sigue siendo un modelo de gran valor para la iglesia y sus líderes. Así, en la primera parte del capítulo 10 se entrelazan la mansedumbre, la benignidad, la valentía y la autoridad apostólica de Pablo, enlazándose de forma directa con su buena batalla, la eficacia del evangelio y, en última instancia, la guía hacia la verdadera honra y el reconocimiento en Cristo.
II. La buena batalla que no se libra según la carne y el poder del evangelio
En 2 Corintios 10:4-6, Pablo aclara la forma en que lucha y las motivaciones que lo impulsan: “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas…”. Declara que con ese poder destruye “argumentos” y “todo lo que se levanta contra el conocimiento de Dios”. El Pastor David Jang explica que esta “lucha” de Pablo no consiste en imponerse sobre alguien o en descargar sus sentimientos personales, sino en rechazar de forma radical la falsa doctrina, el orgullo, el egoísmo, los criterios mundanos y las glorias humanas que amenazaban la iglesia. El punto esencial es que no era un combate de ataques personales ni de fuerza física, sino que era “la guerra de la verdad” que derriba todo lo que “se levanta contra el conocimiento de Dios”.
Pablo pone de relieve el poder del evangelio afirmando que “llevamos cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Co 10:5). Es decir, el evangelio hace añicos todo pensamiento malvado y orgulloso que anide en la mente humana, y lo somete a los pies de Cristo. El Pastor David Jang explica en este pasaje que, ante el verdadero evangelio, toda teoría equivocada, todo engaño y toda vanagloria se derrumban de manera inevitable. Pablo, en sus cartas a los Gálatas, Romanos y Filipenses, había proclamado repetidas veces el poder del evangelio para quebrantar el pecado y la muerte y conducir a las personas a la gracia de Jesucristo. De la misma forma, en 2 Corintios 10, afirma con claridad que esa “arma del evangelio” basta para derrotar cualquier calumnia o falsa teoría que perturbe a la iglesia.
Sin embargo, junto a esta fuerza poderosa, está presente la mansedumbre y la benignidad antes mencionadas. El Pastor David Jang destaca la importancia de este punto. El poder del evangelio no consiste en aniquilar o pisotear con furia a los adversarios, sino en edificar de manera integral la iglesia de Dios. De hecho, en el versículo 6, Pablo dice: “Y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta”, dejando ver su intención de aplicar una disciplina firme frente a la obstinación. Pero el propósito de esa disciplina no es perjudicar o dividir a la iglesia, sino proteger a la comunidad de las mentiras y afianzar a los creyentes en la sana doctrina, es decir, un motivo positivo.
Pablo señala en 2 Corintios 10:7: “Miráis las cosas según la apariencia…”. En aquellos días, los miembros de la iglesia de Corinto se aferraban en exceso a los estándares mundanos, valorando la retórica, la oratoria y la apariencia externa. Se burlaban de Pablo diciendo que no era un buen orador y que, en persona, parecía carente de confianza. No obstante, Pablo responde: “Si alguno está persuadido en sí mismo que es de Cristo, considere esto respecto de sí mismo, que como él es de Cristo, así también nosotros somos de Cristo” (10:7). De esta manera, recalca que la verdadera pertenencia a Cristo no se define por criterios externos. Dios mira si la persona está guiada por el Espíritu de Cristo, si actúa con el impulso del evangelio, y si se esfuerza plenamente por cumplir la voluntad del Señor.
El Pastor David Jang utiliza este pasaje para advertir sobre un error que se da con frecuencia en la iglesia moderna: juzgar el estado espiritual de líderes y comunidades basándose en su crecimiento numérico, en la aparente capacidad de liderazgo o en la brillantez de sus discursos. Pablo, sin embargo, fue objeto de ese tipo de desdén, pero permaneció aferrado al poder del evangelio sin retroceder. En ese proceso, demostró claramente su objetivo principal: la edificación de la iglesia. De ahí que en 2 Corintios 10:8 él diga: “Porque aunque me glorié un poco más todavía de nuestra autoridad, la cual el Señor nos dio para edificación y no para vuestra destrucción, no me avergonzaré”. Para Pablo, la “autoridad” no era un instrumento para pisotear o dominar a otros, sino una herramienta para guiar, proteger y edificar a los creyentes. De este modo, queda patente que, a la hora de defender la verdad del evangelio, la lucha debe estar marcada por el amor y la mansedumbre, lo cual Pablo denomina “la buena batalla”.
En 2 Corintios 10:9-11, Pablo alude a quienes objetaban: “Sus cartas son duras y fuertes, pero cuando está presente, es débil y su palabra menospreciable”. Pablo aclara que, tanto en sus cartas como en su presencia, él es la misma persona y desempeña el mismo ministerio. No olvida que Dios le encomendó la responsabilidad de edificar la iglesia de Corinto. El Pastor David Jang señala que, cuando un líder cuida y enseña a la iglesia con la coherencia del evangelio, aunque se tope con críticas u ofensas, no se verá sacudido y podrá seguir edificando la comunidad.
En el versículo 12, aparece la frase: “Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos…”. Este texto revela que los falsos maestros venidos de Jerusalén se ensalzaban con criterio propio y desestabilizaban a la iglesia con estándares puramente humanos. Pablo califica de falta de sabiduría el hecho de “medirse a sí mismos con su propia medida y compararse consigo mismos”. El Pastor David Jang explica que diversas disputas e incluso rivalidades entre líderes pueden surgir en la iglesia cuando se someten a comparaciones basadas en estándares externos. Esa actitud choca con el mandato: “El que se gloría, gloríese en el Señor” (2 Co 10:17). Quien sigue a Cristo no debe gloriarse en uno mismo, sino gloriarse en el poder y la gracia que Dios derrama sobre su pueblo. Jeremías 9:24 también lo indica: “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme…”, nunca nos insta a alabar nuestra apariencia, erudición o retórica. De igual modo, Romanos 15:20 menciona que Pablo no edificó “sobre fundamento ajeno”; su única motivación era edificar la iglesia, no exhibir sus méritos. El Pastor David Jang subraya que este es el espíritu misionero genuino: no pretende robar protagonismo en la obra que otros ya han realizado, sino ir con libertad donde Cristo aún no ha sido anunciado.
El mensaje que el Pastor David Jang destaca a partir de 2 Corintios 10 es que, en medio de todo conflicto y confrontación, Pablo nunca dejó de mostrar la “mansedumbre y la benignidad de Cristo” y, a la vez, se mantuvo firme e intransigente al defender la verdad del evangelio. Su lucha no era carnal ni mundana, sino un combate espiritual, basado en la autoridad conferida por Dios para edificar la iglesia. El desenlace de esta batalla es la “derrota de la mentira y del orgullo ante Cristo” y, al final, quienes pelean con sacrificio y fidelidad reciben “el elogio del Señor”. El Pastor David Jang insiste en que, al enfrentar los conflictos dentro y fuera de la iglesia actual, debemos imitar a Pablo: conservar la mansedumbre y la benignidad, y al mismo tiempo comprometernos con la buena batalla de la verdad. No hay contradicción entre la mansedumbre y la firmeza en pro del evangelio; antes bien, ahí radica la verdadera madurez.
III. Gloriarse en el Señor y ser aprobados únicamente por Él
En la parte final de 2 Corintios 10, Pablo compara la “jactancia” de él con la de sus adversarios. El Pastor David Jang estudia detenidamente esta sección para poner de relieve el problema de fondo en la iglesia de entonces. Los falsos maestros que alteraban la paz de la iglesia se aprovechaban de la obra que otros ya habían empezado para exhibirse y atraer a los creyentes hacia sí mismos. Pero Pablo aclara: “No nos gloriamos desmedidamente, sino conforme a la regla que Dios nos ha dado por medida…” (10:13). Aquí “la regla” y “la medida” se refieren al campo misionero que Dios le asignó a Pablo. Así como Pedro o Jacobo ejercían su apostolado entre los judíos en Judea, Pablo recibió el llamamiento para predicar a los gentiles en ciudades como Corinto, Galacia y Éfeso. Por lo tanto, cuando Pablo se jacta respecto a la iglesia de Corinto, no está presumiendo de logros personales, sino dando gloria a la obra del evangelio que Dios le permitió emprender.
El Pastor David Jang enfatiza los daños que causa la “jactancia fuera de la medida”. Desconocer la labor de quienes sembraron con lágrimas y adueñarse de la cosecha para obtener reconocimiento es una actitud que fractura la comunidad. En la iglesia de hoy también se observan casos en los que se menosprecia el sacrificio de quienes plantaron una iglesia, y líderes que llegan después borran o desconocen ese legado. Ese es, precisamente, el ejemplo que Pablo condena como “gloriarse en trabajos ajenos”. Por el contrario, la actitud que debemos cultivar se describe en 2 Corintios 10:15-16: “Esperamos que, creciendo vuestra fe, seremos engrandecidos entre vosotros conforme a nuestra regla sin medida, y que anunciaremos el evangelio en los lugares más allá de vosotros…”. Es decir, no jactarse en lo que otros han hecho, sino reconocer su esfuerzo y enfocarse en extender el evangelio allí donde todavía no se ha predicado. Romanos 15:20—donde Pablo dice que se ha esforzado por predicar el evangelio “no donde Cristo ya hubiese sido nombrado”—está en perfecta sintonía con esto. Es una demostración de respeto por el trabajo previo de otros y de un profundo anhelo apostólico por las regiones aún no evangelizadas.
Finalmente, Pablo concluye en 2 Corintios 10:17: “Mas el que se gloría, gloríese en el Señor”. Se trata de una cita de Jeremías 9:24: “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar… en que me conoce…”. El centro de todo es que el creyente debe exaltar únicamente la obra de Dios y su poder. El Pastor David Jang enfatiza que cualquier jactancia genuinamente cristiana debe fundamentarse en “lo que el Señor hace a favor de su pueblo” y en “nuestra relación de servicio a Él”. A ojos del mundo, uno podría gloriarse en estudios, elocuencia o aspecto físico, pero esas cosas nada aportan a la edificación de la iglesia ni producen fruto espiritual. Pablo cierra en 2 Corintios 10:18 con una declaración tajante: “Porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien el Señor alaba”. Esto nos recuerda que la búsqueda de aprobación debe enfocarse en Dios. El reconocimiento de la gente puede cambiar de la noche a la mañana, mientras que la aprobación de Dios es eterna.
El Pastor David Jang aplica este texto a la iglesia y a los creyentes de hoy. Aunque una persona sea considerada insignificante o débil bajo la perspectiva del mundo, si Dios está con ella y la ha llamado, esa persona es verdaderamente bendecida. Pablo fue blanco de burlas por su aspecto y su oratoria, pero ofreció su vida por el evangelio y por el bienestar de la iglesia; y Dios lo aprobó y lo usó. Por el contrario, alguien puede presumir de tener grandes cualidades exteriores o estudios prestigiosos, pero, si lo hace para su propia gloria, no obtendrá verdadero fruto ni el elogio de Dios. Cuando se producen conflictos en la iglesia hoy, la solución más profunda es recuperar la actitud de “gloriarse en el Señor y anhelar su aprobación” que Pablo enseña. El Pastor David Jang recuerda que 2 Corintios 10 conmueve a la iglesia actual, llamándola a repasar la mansedumbre y la benignidad de Pablo, su lucha por la verdad con la autoridad del evangelio y la búsqueda de la alabanza que proviene de Dios, no de los hombres.
El Pastor David Jang hace hincapié en que la vida de Pablo en sí misma era una proclamación del evangelio. Aun siendo objeto de críticas por asuntos financieros o conflictos personales, Pablo podía mantenerse firme porque se presentaba en todo momento confiando en la verdad del evangelio. Su forma de vida demostraba que “no vivía según la carne” y que la autoridad que poseía “no era para destruir, sino para edificar”. Esta enseñanza es muy relevante para los líderes de la iglesia actual. Cuando surgen tensiones en torno a cuestiones económicas, de autoridad o de relaciones humanas, debemos preguntarnos con honestidad: “¿Estamos mostrando realmente la mansedumbre y la benignidad de Cristo? ¿Estamos ejerciendo la misma firmeza que Pablo por el bien del evangelio? Y, en definitiva, ¿nuestra vanagloria recae en el Señor o en nuestro propio logro personal?”. La “autoridad para edificar la iglesia” mencionada por Pablo sigue siendo el modelo de autoridad que Dios anhela ver en sus siervos. Esa autoridad no está orientada a mantener privilegios o ensalzar un nombre personal, sino a fortalecer a la iglesia y guiar a los fieles hacia una fe firme.
Así, 2 Corintios 10 nos permite adentrarnos en la mente de Pablo y su autoridad apostólica. A través de su explicación, el Pastor David Jang presenta de manera estructurada los principios espirituales que debemos seguir. Primero, incluso cuando surjan críticas o calumnias dentro de la iglesia, debemos responder con la mansedumbre y la benignidad de Cristo. Segundo, ante cualquier fuerza que pretenda tumbar a la iglesia o a los creyentes, no podemos transigir; debemos entrar con valentía en el combate, empuñando las armas del evangelio. Tercero, en ese proceso, no nos glorifiquemos a nosotros mismos, sino a Dios, y busquemos en todo “ser aprobados por Él”. Solo a través de esta visión podremos salvaguardar la esencia del evangelio y crecer en medio de los conflictos.
El Pastor David Jang concluye evocando de nuevo las palabras de 2 Corintios 10:17: “El que se gloría, gloríese en el Señor”, exhortando a todos a esforzarse por vivir únicamente de manera que agrade al Señor. Porque solo cuando Él aprueba nuestro ministerio, encontramos la verdadera alabanza. El elogio humano es efímero, pero la alabanza del Señor permanece eternamente. La iglesia no debe olvidar esta verdad. “Enfrentemos a nuestros adversarios con mansedumbre y benignidad; no temamos la buena batalla por el evangelio; gloriémonos únicamente en el Señor y procuremos ser reconocidos por Él”: con ese llamado final, el Pastor David Jang resume el mensaje esencial de 2 Corintios 10.
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