La verdad que se dirige hacia la cruz – Pastor David Jang

A continuación se presenta un resumen del sermón predicado por el pastor David Jang sobre el pasaje de Juan 18:28 al 19:16, el cual describe la escena de la pasión de Jesús. El texto se centra en el interrogatorio de Pilato y el diálogo con Jesús, las acusaciones y la hipocresía de los líderes religiosos judíos, y finalmente la senda que Jesús recorre hacia la cruz. A través de estos versículos, se destaca cómo el Hijo de Dios elige voluntariamente el camino de la muerte más atroz, revelando su amor y la obra de salvación de una manera contundente.

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Ⅰ. Jesús ante Pilato: Un diálogo sobre la verdad y la autoridad

El pastor David Jang llama la atención sobre la escena del interrogatorio de Pilato, en la que se desarrolla un diálogo de gran relevancia espiritual e histórica entre el gobernador romano —representante del poder del Imperio— y el Hijo de Dios. Pilato, como prefecto de Roma, ejercía la autoridad política, mientras que Jesús comparecía ante él sin ninguna fuerza armada ni estatus mundano, preso debido a la conspiración y violencia de los líderes religiosos judíos. Sin embargo, en los extensos diálogos que se dan en Juan 18:28–19:16, Jesús, aunque luce como un simple acusado, manifiesta una autoridad superior, la “autoridad de la verdad”, que termina imponiéndose.

En primer lugar, el pastor David Jang se fija en el detalle del versículo 18:28, donde se menciona que se trata de la madrugada. Que los líderes religiosos judíos arrastraran a Jesús hasta el pretorio de Pilato a esa hora tan temprana evidencia que Jesús había sido sometido durante toda la noche a escarnios, al interrogatorio injusto de Anás y de Caifás, y que se encontraba agotado física y mentalmente cuando lo llevan ante Pilato. Los discípulos se habían dispersado, y el Señor permanecía solo, prisionero en un estado de inmensa soledad. Este escenario simboliza que el camino de la cruz es “el camino que el Señor debía recorrer completamente solo”. Aquellos que debían haber permanecido con Él huyeron, mientras Jesús soportaba en silencio burlas, palizas y falsos testimonios, sin abrir apenas su boca para defenderse.

Por otra parte, los líderes religiosos, reacios a contaminarse entrando en el pretorio de un gentil (pues creían que entrar en la morada de un pagano los volvería impuros para la celebración de la Pascua), se quedan fuera. Fingen guardar la pureza ritual para la fiesta, pero en realidad entregan a “Aquel que no tenía culpa” para que sea condenado a muerte. El pastor David Jang califica esta actitud como “la hipocresía y ceguera espiritual llevada a su extremo”: pretenden preservar la ceremonia de la Pascua y sus ritos según la Ley de Moisés, mientras condenan al verdadero “Cordero pascual”, Jesucristo, poniéndolo en manos de los gentiles. Aquí queda de manifiesto el colmo de la contradicción: cumplen cuidadosamente con la apariencia de la Ley, pero no reconocen al “Hijo de Dios” que la Ley anunciaba.

Cuando Pilato pregunta: “¿Qué acusación presentáis contra este hombre?” (Jn 18:29), le responden vagamente: “Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado” (Jn 18:30). Ante la falta de cargos concretos, Pilato les dice que lo juzguen conforme a su propia ley (Jn 18:31). Sin embargo, los líderes religiosos replican que ellos no tienen facultad para imponer la pena de muerte (“No nos está permitido dar muerte a nadie”). Esta insistencia refleja su intención de asegurarse de que Jesús reciba la máxima condena de la autoridad romana.

El pastor David Jang observa que, “si ellos realmente hubieran querido juzgar a Jesús conforme a la Ley por blasfemia, podrían haberlo apedreado”, tal como se hizo con Esteban en Hechos de los Apóstoles. Pero en vez de eso, lo entregan a Pilato para que lo sentencie a la crucifixión, un método todavía más cruel y humillante que la lapidación, reservado para esclavos, rebeldes y criminales especialmente abyectos. Dicho suplicio consistía en clavar al reo en un madero y dejarlo morir al sol, lenta y dolorosamente, sin recibir sepultura digna. Para el pastor David Jang, “la cruz es uno de los métodos de ejecución más atroces y despiadados jamás ideados por el ser humano”.

Así, el grado de perversidad de los líderes judíos no se limita a “matar a Jesús”, sino que buscan suprimirlo del modo más inhumano e ignominioso posible. Pero, a la vez, el versículo 18:32 (Jn 18:32) señala que con ello cumplían las palabras que Jesús había dicho acerca de la forma en que iba a morir. Según el pastor David Jang, “la maldad humana no vence el plan de Dios; más bien, Dios usa incluso la peor malicia para llevar a cabo Su designio de salvación”, pues esa muerte vergonzosa —la “exaltación” en la cruz— había sido profetizada y formaba parte del propósito divino. La astucia de los impíos se ve transformada por Dios en instrumento para cumplir su gran obra redentora.

Por su parte, cuando Pilato interroga a Jesús diciendo: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” (Jn 18:33), Jesús le responde con otra pregunta: “¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?” (Jn 18:34). El pastor David Jang interpreta esta escena como la forma en que Jesús investiga las intenciones de Pilato: ¿de verdad quiere averiguar si es un rebelde político, o sólo se hace eco de la acusación tramada por los líderes judíos? Pilato, representante del poder romano, se percata progresivamente de que Jesús no es un criminal, y que las acusaciones no tienen sustancia.

Jesús declara con firmeza: “Mi reino no es de este mundo” (Jn 18:36). Tal como enfatiza el pastor David Jang, se trata de un “reino independiente de la fuerza y la política terrenales”. Pilato comprende que Jesús no es un revolucionario que pretenda desbancar a Roma. Efectivamente, como Jesús también había dicho a sus discípulos, “el que a espada mata, a espada muere” (Mt 26:52), subrayando que su reino no se edifica mediante violencia ni coerción, sino a través del amor y el sacrificio.

Pilato, entonces, prosigue: “¿Luego, eres tú rey?” (Jn 18:37). Jesús responde: “Tú dices que soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Jn 18:37). El pastor David Jang llama la atención sobre la magnitud de esta afirmación: Jesús, a pesar de ser tratado como un criminal, proclama que es “Rey de la Verdad”. Autodenominarse rey ante una corte romana implicaba un cargo de traición, pero Jesús no retrocede. Asume el riesgo porque su misión es testificar de la verdad hasta el final.

Pilato pregunta entonces: “¿Qué es la verdad?” (Jn 18:38), y Jesús ya no responde. Según explica el pastor David Jang, la razón es que Jesús ya había mostrado “la verdad” con sus obras, su vida y sus palabras; una explicación adicional quizá no cambiaría la postura de Pilato. Este último, atrapado en sus intereses políticos, no logra asimilarlo del todo, pero al menos concluye: “Yo no hallo en él ningún delito” (Jn 18:38), proclamando la inocencia de Jesús. De este modo, la justicia y la rectitud de Jesús se imponen incluso ante el representante del Imperio Romano.

El pastor David Jang nos invita a resaltar la expresión clave: “Jesús testifica de la verdad”. Aun estando atado frente al poder terrenal, en realidad es Él quien interroga a Pilato: “¿Lo preguntas por ti mismo o porque otros te lo han dicho?”. Es una escena que muestra el choque espiritual entre la Iglesia y la autoridad del mundo, entre quienes buscan la verdad y quienes se quedan en la manipulación y la conveniencia. No es sólo un conflicto teórico, sino un conflicto vivo y real que sucede ante nuestros ojos.

Por consiguiente, la segunda parte del capítulo 18 muestra cómo el Hijo de Dios, pese a ser considerado “pecador” y juzgado, manifiesta su realeza: es el “Rey de la verdad”. Y aunque sea injustamente condenado a morir, permanece firme, sin retractarse. El pastor David Jang subraya que aquí se produce una “mezcla perfecta de silencio y valentía” en Jesús: a veces calla, pero declara con claridad: “Mi reino no es de este mundo” y “Yo soy rey”. Es así como, a pesar de ser sometido a juicio, su identidad y misión siguen inamovibles.

Aun cuando Pilato, convencido de la inocencia de Jesús, intenta liberarlo acogiéndose a la costumbre de soltar a un preso durante la Pascua, el pueblo, instigado por los líderes judíos, pide a gritos la liberación de Barrabás (Jn 18:40). Barrabás era un ladrón y homicida, un sedicioso. El pastor David Jang explica que el nombre “Barrabás” (Bar-Abba) significa “hijo del padre”, una ironía frente al verdadero “Hijo de Dios”. Así, “Barrabás” se ve liberado mientras el Hijo de Dios, inocente, ocupa su lugar en la cruz. Este cambio subraya la esencia de la expiación sustitutiva: el pecado del culpable es absorbido por Aquel que no tiene pecado, de modo que el culpable pueda ir libre.

No obstante, los líderes judíos, lejos de saciarse, insisten: “¡Crucifícalo, crucifícalo!” (Jn 19:6). Pilato les dice: “¿A vuestro Rey he de crucificar?” (Jn 19:15), pero responden: “No tenemos más rey que el César”. El pastor David Jang destaca que esta declaración (“No tenemos más rey que el César”) es una abdicación total de su fe. ¿Cómo podrían decir esto quienes profesaban que Dios era el único Rey de Israel? Se evidencia que, con tal de consumar su odio contra Jesús, están dispuestos a negar públicamente su convicción religiosa central. De este modo, acaban aliándose con el poder pagano para condenar al verdadero Rey enviado por Dios.

Finalmente, Pilato cede ante la presión y la amenaza de “no ser amigo del César” (Jn 19:12) si deja libre a Jesús. El pastor David Jang califica la escena como la coalición de los judíos con el Imperio Romano para ejecutar al Hijo de Dios, aunque, en realidad, forma parte del plan divino para la redención del mundo. Jesús, teniendo poder para escapar o para invertir la situación en cualquier momento, asume voluntariamente el camino más atroz, el de la cruz, porque “cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo” (Jn 12:32). Sólo la cruz puede traer la salvación de toda la humanidad.

En suma, el pastor David Jang resume los tres puntos centrales que Jesús enfatiza en su diálogo con Pilato:

  1. Jesús es un Rey cuyo reino no pertenece a este mundo, sino al Cielo.
  2. Él ha venido para dar testimonio de la verdad, y quienes son de la verdad escuchan su voz.
  3. Jesús no se aferra a evitar la cruz, sino que la abraza con plena determinación, obedeciendo el plan de Dios.

Lejos de ser un fracaso o una derrota, la entrega a la cruz es parte esencial del propósito divino. Jesús, la Verdad misma, no sucumbe ante la hipocresía ni la violencia, sino que vence al pecado mediante su sacrificio. Para el pastor David Jang, esta escena anticipa la situación de la Iglesia: aunque el mundo cuestione y persiga, la Iglesia debe sostener la verdad con valentía. Pilato pudo haber tenido cierta empatía, pero al final sucumbe a las presiones. Eso enseña que “no debemos confiar demasiado en la benevolencia de las autoridades terrenales”, sino que hemos de ser fieles a la verdad hasta el fin. Esta sección ilumina así la experiencia histórica y teológica de la Iglesia en el mundo.

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Ⅱ. La hipocresía de los líderes religiosos y la obediencia vicaria de Jesús

Como segundo gran tema, el pastor David Jang expone cuán “hipócritas” fueron los líderes religiosos y sacerdotes judíos al implicarse de lleno en la condena de Jesús por supuesta blasfemia. Se negaron a entrar al pretorio de Pilato para no contaminarse (“para poder comer la Pascua”), pero, en contraste, no dudan en entregar al verdadero “Cordero pascual” para su muerte, y rechazan su carne y su sangre como si fueran impuras. Mientras se aferran a los rituales de la Pascua —comer pan sin levadura, hierbas amargas y carne de cordero—, en realidad están tramando asesinar al Hijo de Dios.

El pastor David Jang afirma que este episodio demuestra las consecuencias “desastrosas de una religiosidad carente del genuino temor y amor a Dios”. Guardan escrupulosamente los símbolos externos de la Ley, pero rehúsan la posibilidad de que Jesús sea el Mesías. Lo consideran un estorbo para su posición y autoridad religiosa, y por eso concluyen que “debe morir”. El cargo de blasfemia se vuelve un pretexto conveniente, aunque aquel a quien acusan realmente sea el Hijo de Dios. Es la misma actitud reprobada por Jesús en Mateo 23, donde denuncia la hipocresía de los fariseos y escribas, a quienes llama “sepulcros blanqueados” por su pureza externa, pero llenos de corrupción interna.

La hipocresía se extrema cuando los judíos comienzan a invocar argumentos políticos para acusar a Jesús ante Pilato, acusándolo de “impedir el pago de impuestos al César y de proclamarse rey” (cf. Lc 23:2). Buscan la acusación de traición política para forzar a la autoridad romana a dictar la pena máxima. La furia y el odio contra Jesús son tan intensos que Pilato, a pesar de querer soltarlo, acaba cediendo. El pastor David Jang subraya que el clamor colectivo de los sumos sacerdotes y la muchedumbre, gritando “¡Crucifícalo!”, exhibe hasta qué punto la rabia y el rencor pueden cegar a quienes deberían ser los primeros en reconocer al Mesías.

En especial, en Juan 19:6 y siguientes, cuando Pilato intenta excusarse y dice: “Lo azotaré y lo soltaré”, los líderes religiosos gritan aún más fuerte: “¡Crucifícalo!” (Jn 19:6). Este odio excesivo refleja el pasaje de Mateo 23, donde Jesús deplora la hipocresía de los fariseos y advierte sobre los juicios que vienen sobre quienes se enorgullecen externamente mientras descuidan la justicia y la misericordia.

La prueba máxima de su hipocresía, explica el pastor David Jang, sucede al responder a Pilato: “No tenemos más rey que el César” (Jn 19:15). Es de sobra conocido que, en la tradición judía, la realeza de Dios es esencial para su identidad. Desde la época de Samuel, cuando el pueblo exigió un rey humano, sabían que “Yahvé es el verdadero Rey de Israel”. Sin embargo, aquí reniegan abiertamente de esa convicción. Se someten a la autoridad imperial —a la que normalmente detestan— con tal de lograr el asesinato de Jesús.

El pastor David Jang advierte que éste es el peligro cuando “la religión se desvía de la búsqueda de la gloria de Dios y se convierte en un medio de autopreservación e intereses personales”. Ante esa situación, la religión puede volverse un instrumento de violencia y falsedad. Además, Roma también usa la lealtad de los líderes judíos para consolidar su dominio. De esta forma, se constituye una “relación de mutua conveniencia”: los líderes obtienen la ejecución de Jesús, Roma mantiene la estabilidad política.

Sin embargo, Jesús no se defiende con violencia ni emplea intrigas. El pastor David Jang destaca que Él, aun viéndose traicionado, permanece en silencio y sumiso a la voluntad del Padre, porque su misión era “sacrificarse en lugar de los pecadores” (obediencia vicaria). Afirma que Jesús podría haber aceptado la propuesta de Pilato de salir libre o haber hecho uso de un poder divino para aplastar a sus enemigos, pero no lo hizo. Prefirió seguir la senda del Padre, que incluía la muerte en la cruz. En Juan 10:18 dice: “Nadie me quita la vida, sino que yo la pongo de mí mismo”.

También comenta la frase de Jesús: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba” (Jn 19:11), recordando que, aunque externamente Pilato dicta la sentencia, en realidad todo está sujeto a la soberanía de Dios. El pastor David Jang lo denomina “la intersección entre la soberanía absoluta de Dios y la obediencia absoluta de Jesús”. Dios, a veces, permite que el mal actúe, pero lo convierte en un instrumento para cumplir su voluntad, mientras Jesús, desde el lado humano, sufre injusticias y dolores sin abandonar la misión que el Padre le encomendó.

Por último, el pastor David Jang enfatiza que podemos aprender de esta circunstancia cómo “la devoción mal entendida” puede llevarnos a una religiosidad muerta. Los líderes judíos, aun siendo tan conocedores de la Ley y esperando al Mesías, se convirtieron en los peores enemigos del Mesías real. Del mismo modo, en la Iglesia, si se ignora el corazón de Jesús y sólo se cumplen ritos y tradiciones, corremos el riesgo de repetir esa misma tragedia. Podemos caer en la hipocresía, justificando el odio y la falsedad en nombre de la fe.

En conclusión, en este segundo apartado, “La hipocresía de los líderes religiosos y la obediencia vicaria de Jesús”, vemos que los líderes judíos, obsesionados con su imagen de pureza ritual, entregan al “Verdadero Cordero” a la muerte más inhumana, y Jesús, aún consciente de su perversidad, escoge el camino del sacrificio para efectuar la redención. Es un hecho que refleja la sabiduría soberana de Dios: la mayor manifestación de amor se revela en medio de la mayor oscuridad de la humanidad. El pastor David Jang recalca que hemos de examinar nuestra propia fe: ¿realmente amamos a Jesús y nos sometemos a la verdad, o nos aferramos a nuestras estructuras religiosas hasta el punto de rechazar al mismo Señor?

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Ⅲ. El camino de la cruz: Amor perfecto y fruto de salvación

En esta tercera y última sección, el pastor David Jang observa que todo lo narrado en Juan 18:28–19:16 desemboca en la crucifixión de Jesús. Pilato, luego de varios intentos, finalmente lo entrega para que sea crucificado: “Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado” (Jn 19:16). Con esto comienza el capítulo más trágico y, a la vez, más glorioso de la historia humana.

Para el pastor David Jang, la cruz no es una derrota, sino “la victoria más resplandeciente de la salvación”. Como Jesús mismo lo expresó: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Jn 12:24). Su muerte no es un simple final violento, sino la semilla que produce el nacimiento de una vida nueva para muchos. Que Jesús muera en la cruz, un método que simbolizaba la maldición y la vergüenza, es esencial para que se cumpla el plan redentor de Dios.

El pastor David Jang destaca que “la cruz es el lugar donde se encuentran el amor y la justicia de Dios”. Como Jesús no tenía pecado, su muerte como un criminal satisface la justicia divina contra el pecado, pero, al mismo tiempo, pone en evidencia el amor infinito de Dios al entregar a su propio Hijo como sustituto de los pecadores. La sangre de Jesús, ofrecida voluntariamente, se convierte en el sacrificio perfecto y definitivo, algo que los sacrificios de animales del Antiguo Testamento no podían lograr (Heb 10:10).

Además, se relata cómo Jesús fue azotado antes de la crucifixión, un castigo tan brutal que dejaba al reo al borde de la muerte, con la espalda destrozada. El pastor David Jang subraya la magnitud del sufrimiento que Jesús asumió con voluntad: fue la forma de tomar sobre sí el castigo que merecíamos por nuestro pecado. La cruz representa, pues, la conjunción del odio humano (Roma, los judíos y toda la humanidad pecadora) y el amor supremo de Dios (Cristo asumiendo ese odio para reconciliarnos con el Padre).

El pastor enfatiza que así “comprendemos hasta dónde llega la justicia y el amor de Dios”. La justicia exige el pago del pecado; el amor, la salvación del pecador. Si el pecador fuera juzgado directamente, estaría condenado, mas Dios proveyó a su Hijo sin pecado para que cargara con nuestra culpa, cumpliendo ambos atributos divinos. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro 5:8) describe este hecho de forma contundente.

Por tanto, la cruz no es un fracaso, sino “el momento de la glorificación de Jesús” (Jn 12:16). Sólo después de la resurrección, los discípulos entendieron cabalmente que todo cuanto pasó estaba profetizado y que había sido anunciado por el mismo Jesús. El pastor David Jang insta a que, especialmente durante la Cuaresma, la Semana Santa o en la celebración de la Cena del Señor, recordemos que cuanto más dura y cruel es la escena, más resplandece el amor y la gracia de Jesús.

La actitud de Jesús ante la cruz se define por:

  1. Su valentía sin componendas: no buscó atajos ni esquivó el sufrimiento.
  2. Su paciencia y amor: no devolvió el mal con mal, soportando el ultraje y la violencia.
  3. Su confianza absoluta en el Padre: “No tendrías potestad… si no te fuese dada de arriba” (Jn 19:11) demuestra que Jesús vivía bajo la convicción de que todo se hallaba en las manos de Dios.

El pastor David Jang nos invita a imitar este espíritu. En la actualidad, los creyentes pueden sufrir injusticias, persecución o calumnias. “No debemos recurrir a la fuerza del mundo para resolverlo, sino confiar en Dios y actuar con verdad y amor”, afirma. Incluso dentro de la misma Iglesia puede haber engaño e intereses ocultos. Sin embargo, al igual que los soldados que azotaron a Jesús no pudieron robarle su dignidad divina, nadie puede arrebatar al verdadero creyente la santidad que proviene de Dios.

Por último, el pastor David Jang resalta que la “muerte del grano de trigo” se traduce en “mucho fruto” (Jn 12:24). La crucifixión de Jesús, ejecutada por judíos y romanos, terminó siendo el inicio de la expansión del evangelio en todo el mundo y de la salvación de incontables almas. Jesús mismo, “levantado en la cruz”, cumple su palabra de “atraer a todos a Él” (Jn 12:32). Esta es la esencia del misterio de la expiación: el Hijo sin mancha muere por los pecadores y les regala la vida. Si no hubiese habido cruz, seguiríamos siendo prisioneros de la muerte; en cambio, gracias a la cruz, los que creen en Él son declarados justos y viven eternamente.

Este sacrificio de Jesús en la cruz es la cumbre del amor de Dios. El Señor soporta la traición de sus discípulos, la hipocresía de los líderes religiosos, la crueldad política de Roma y el odio de la multitud, sin claudicar. “Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil 2:8), y por ello “Dios le exaltó hasta lo sumo” (Fil 2:9). Así, la aparente “derrota” ante Pilato y el Sanedrín se convierte en una “victoria absoluta de Dios”.

Por tanto, el pastor David Jang concluye que Juan 18:28–19:16 es un pasaje que expone de forma clarísima la gravedad del pecado humano y la manera en que Jesús lo cargó con mansedumbre. Aunque lo acusen de “Hijo de Dios”, y lo condenen a la muerte más humillante, esta muerte resulta ser “obediencia voluntaria” y “amor consumado”. Y este amor se sigue transmitiendo hoy a través del evangelio, para traer salvación y justificación a incontables personas. Finalmente, comprendemos que “la cruz es la misma gloria de Dios”.

El pastor David Jang llama a los creyentes a traducir esta enseñanza en una fe práctica. ¿Por qué Jesús soportó insultos, desprecio y agresiones extremas? Porque a través de ese sufrimiento alcanzaría a los pecadores de manera irrefutable. Si la Iglesia y cada cristiano viven este mismo amor, la Iglesia dejará de ser una institución más para convertirse en una “comunidad de la verdad”. En lugar de servirnos de rituales y apariencias, nos aferraremos a la voz de Jesús, “Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Jn 18:37), y obedeceremos su llamado a la humildad y al servicio.

En conclusión, en este pasaje sobre el interrogatorio de Jesús ante Pilato (Jn 18:28–19:16), vemos a un Jesús declarado inocente incluso por el tribunal terrenal (“no hallo en él ningún delito”), pero igualmente rechazado por los líderes religiosos que, coludidos con el poder secular, lo sentencian a la cruz. Es la cúspide del pecado y de la hipocresía, pero, al mismo tiempo, el momento decisivo de la historia de la redención. El pastor David Jang subraya que, gracias al sacrificio voluntario de Jesús, todos somos puestos en libertad al modo en que Barrabás fue liberado. Por tanto, debemos caminar en la senda del Señor, dispuestos a testificar la verdad a pesar de cualquier dificultad, confiados en que Dios transforma la mayor maldad en la mayor victoria: la resurrección y la salvación universal.

Estos tres grandes temas —el diálogo de la verdad y la autoridad con Pilato, la hipocresía de los líderes religiosos y la obediencia sustituta de Jesús, y el valor definitivo de la cruz como amor perfecto y fuente de salvación— constituyen el mensaje central del pastor David Jang sobre este pasaje de Juan. Trasciende el contexto histórico y lanza un desafío a la Iglesia de hoy: arrepentimiento y decisión. ¿Seguiremos a Jesús y su verdad hasta la cruz, o nos aferramos a nuestros intereses, alineándonos con el mundo? La pregunta sigue vigente para cada generación de cristianos.

Basados en la interpretación propuesta por el pastor David Jang, estamos llamados a permanecer firmes en la verdad, igual que Jesús frente a Pilato, sabiendo que incluso la “autoridad favorable” puede verse presionada a ceder. El ejemplo del Señor es contundente: no se doblega ante las amenazas, ni negocia con el pecado, sino que cumple la voluntad de Dios. Que este testimonio ilumine la vida de la Iglesia y de cada creyente, para que el amor perfecto del Señor —visto en la cruz— se manifieste en cada rincón de nuestro diario vivir. Jesús no cedió ante Pilato, ni ante las burlas de los soldados, ni ante el chantaje del Sanedrín; Él se mantuvo firme en la voluntad del Padre, y así ganó la mayor victoria para la humanidad: la salvación eterna.

www.davidjang.org

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