
El pastor David Jang, tomando como base Hechos 8:1–5, expone en su sermón y enseñanza la historia de la Iglesia primitiva, la propagación del evangelio descrita en el pasaje y la forma en que esa misma visión puede heredarse y aplicarse en la Iglesia de hoy. Asimismo, subraya la perspectiva del “verdadero evangelio” y del “Reino de Dios que atraviesa la historia”, conceptos que él ha enfatizado reiteradamente. A partir de esta óptica, se quiere mostrar el poder del evangelio que sigue avanzando aun en tiempos de tribulación y proponer un nuevo paradigma para la Iglesia en la era actual.
1. La persecución en la Iglesia primitiva, la dispersión y la expansión del evangelio
Hechos 8:1–5 relata la intensa persecución que sufrió la Iglesia primitiva y cómo, a raíz de ello, la comunidad cristiana se dispersó. En el capítulo anterior, Hechos 7, se narra la muerte de Esteban, quien fue apedreado hasta morir. Inmediatamente después de este evento, comenzó una gran represión contra la comunidad de creyentes en Jerusalén. Tras la muerte de Esteban, muchos sintieron un temor profundo y se intensificó la persecución contra la iglesia jerosolimitana. Fue tan severa que “todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles” (Hech. 8:1). En ese proceso, Saulo (más tarde conocido como Pablo) llegó a asolar la Iglesia, entrando casa por casa y arrojando a hombres y mujeres a la cárcel (Hech. 8:3). Parecía que los creyentes, como si hubieran sido arrastrados por una gran inundación, no tenían más opción que huir y dispersarse.
No obstante, el libro de Hechos deja en claro que esta “dispersión” no supuso un retroceso o un fracaso del evangelio. Aunque humanamente pareciera que los creyentes se ocultaban para salvar la vida, allí donde llegaban proclamaban “la palabra del evangelio” (Hech. 8:4). Desde la perspectiva humana, fue el éxodo de “almas tristes y asustadas”, pero en la mirada de Dios, aquel suceso se convirtió en la mecha que encendió la expansión del evangelio. Así, el mensaje de salvación se difundió más allá de Jerusalén y Judea, llegando incluso a Samaria. De esta manera, el Reino de Dios se extendió hacia territorios más amplios.
Este pasaje nos recuerda el mandato de Jesús (la Gran Comisión). Al ascender al cielo, el Señor dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt. 28:19–20). Y en Hechos 1:8 se expresa de manera más concreta: “…y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra”. Es probable que, aunque la Iglesia primitiva en Jerusalén entendía y había recibido este llamamiento de ir “hasta los confines de la tierra”, durante un tiempo se acomodara en la ciudad. Pero con la muerte de Esteban y la persecución subsecuente, de forma involuntaria se vieron obligados a dispersarse, lo que resultó, a fin de cuentas, en la extensión geográfica del evangelio más allá de Jerusalén.
Algunos historiadores de la Iglesia llaman a esto la “paradoja del fracaso de Satanás”. La fuerza maligna quiso detener la expansión del evangelio persiguiendo a la Iglesia; sin embargo, esa misma represión produjo el efecto contrario: que el evangelio se difundiera todavía más. La tragedia y el temor humanos se convirtieron en la llave que, dentro de la soberanía de Dios, impulsó la historia de salvación. Este patrón no solo ocurrió en los días de la Iglesia primitiva, sino que se ha repetido a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Cuando la Iglesia afronta el sufrimiento, el evangelio se propaga aún más, y bajo el poder del Espíritu Santo, los creyentes que fueron dispersados fundan nuevas iglesias allí a donde llegan y anuncian el mensaje de salvación.
Dicha enseñanza histórica aporta una gran lección a la Iglesia actual. Si bien han variado el grado y la forma de la persecución, la Iglesia sigue enfrentando dificultades y presiones en el mundo. A la vez, internamente pueden surgir corrientes heréticas que distorsionan la sana doctrina o se infiltran visiones centradas en el poder eclesiástico, el materialismo o deseos puramente humanos. En la época de la Iglesia primitiva existieron herejías como el docetismo y el gnosticismo, que confundían a los creyentes. Por ejemplo, los gnósticos enseñaban que “para alcanzar la salvación es necesario que el hombre desarrolle esa partícula divina que lleva dentro, hasta alcanzar un estado superior”, lo que en la práctica desviaba la verdad de que la salvación se recibe por gracia y fe. Pero pese a estas influencias internas y a la presión externa, la Iglesia primitiva sostuvo el “evangelio verdadero” y encontró la fuerza para difundirse hasta los confines del mundo.
El pastor David Jang centra su atención en este ejemplo de la Iglesia primitiva, enfatizando: “La Iglesia puede sufrir tribulación por parte del mundo, pero la misión de predicar el verdadero evangelio no desaparece”. Según su perspectiva, Dios permite que la Iglesia sirva y obre con gloria, pero también en medio de las adversidades. El Espíritu Santo sigue acompañando a la comunidad eclesial incluso cuando esta se ve forzada a dispersarse, y en esos lugares nuevos, la mano de Dios se manifiesta de forma extraordinaria. Por ello, sostiene la convicción de que “la persecución y la tribulación no minan en absoluto la fuerza de la evangelización”. Y alienta a la Iglesia a recibir cualquier desafío o dificultad en las misiones como “nuevas oportunidades”, ofreciendo así una visión eclesiológica que interpreta el sufrimiento desde una perspectiva esperanzadora.
En efecto, el versículo 4 de Hechos 8 dice: “Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio”. El “ser dispersados” no fue sinónimo de “desaparición”, sino de “expansión”. A ojos de los hombres pudo parecer una derrota, pero Dios utilizó ese movimiento y reubicación masiva para que cada vez más personas oyeran el mensaje de salvación. En aquel tiempo, Samaria era considerada una región impura para los judíos y existían tensiones históricas, sociales y religiosas entre judíos y samaritanos. Sin embargo, cuando Felipe bajó a la ciudad de Samaria “y les predicaba a Cristo” (Hech. 8:5 y ss.), muchos de los samaritanos aceptaron el evangelio y confesaron a Jesús como Señor. Este hecho demostró el poder del evangelio, que trasciende fronteras geográficas y culturales.
Lo mismo se aplica a la Iglesia de hoy. Cuando sobrevienen cambios drásticos en la sociedad y azotan crisis imprevistas —como la pandemia del COVID-19—, la forma de celebrar el culto y las actividades de la Iglesia pueden verse seriamente restringidas. Incluso puede ocurrir que, al no poder reunirse, algunos creyentes se aparten de la comunidad y pierdan su fe. A la vez, la insistencia excesiva en los cultos presenciales generó cierta polémica social. Ante este panorama, la pregunta clave es: “¿Cómo continuar la misión de llevar el evangelio en un contexto tan vertiginoso?”.
El pastor David Jang, que ha servido como misionero y pastor en distintos países, argumenta que “la Iglesia debe salir del edificio eclesial e introducirse más profundamente en la vida real de las personas y en el ámbito de los medios de comunicación”. Antiguamente, para llevar el evangelio con “pies hermosos” (Rom. 10:15) era necesario ir físicamente hasta regiones lejanas; hoy en día, gracias a la tecnología, los medios pueden llegar en un instante a muchas partes del mundo. Lo crucial es “qué mensaje y de qué manera se transmite”, y el corazón de ese mensaje siempre debe ser la cruz de Jesucristo y el Reino de Dios, verdades que no cambian.
Fiel a su lema “Moving Forward” (“Avanzar”), el pastor David Jang enseña que la Iglesia no debe retroceder ni estancarse bajo ninguna circunstancia; más bien, debe proseguir incesantemente su labor evangelizadora. Puede dar la impresión de que, al “dispersarse” como sucedió en la Iglesia primitiva, la comunidad se debilitaría; sin embargo, esa dispersión puede ser, en la práctica, una oportunidad de “reubicación en red”. Hoy día, la Iglesia puede estar dispersa a través de las redes sociales y las plataformas en línea, y a la vez permanecer conectada, reproduciendo un patrón semejante al de la era apostólica cuando, tras la muerte de Esteban, los creyentes se esparcieron para anunciar el evangelio.
Esta “nueva forma de ser Iglesia” no significa limitarse únicamente a pasar los cultos al formato en línea. Implica reformular la vida eclesial, la formación de discípulos, la evangelización y las misiones, incorporando el entorno digital a la misión esencial de la Iglesia. Así como la Iglesia primitiva alternaba entre el templo, las sinagogas y las reuniones en casas para la enseñanza y la comunión, la Iglesia actual debe aprovechar la capilla, los espacios en línea, los hogares, los centros comunitarios y todos los ámbitos posibles para difundir el evangelio. Esto conlleva el reto de replantear doctrinal y prácticamente la administración de las ofrendas, la formación de líderes, la celebración de la santa cena, el bautismo y otros aspectos tradicionales que han sido parte de la vida eclesial.
Para afrontar estos desafíos, el pastor David Jang propone “una clara comprensión de la naturaleza esencial de la Iglesia”. En otras palabras, mientras la Iglesia no pierda de vista que es “el Cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu, la comunidad que da testimonio del Reino de Dios en medio del mundo”, no debe temer el cambio de formas “culturales”. Él lo sintetiza del modo siguiente:
- La esencia nunca cambia.
La salvación a través de Jesucristo, el evangelio de la cruz y la resurrección, la presencia del Espíritu Santo y la esperanza en la consumación del Reino de Dios son doctrinas inmutables. - La forma puede cambiar.
El culto presencial puede ampliarse al culto en línea; en lugar de congregarse solo los domingos, pueden formarse grupos pequeños o actividades en la comunidad durante la semana; el método de administrar las finanzas de la Iglesia puede variar. Todo esto pertenece al ámbito de “la vestidura cultural”, siempre y cuando no entre en conflicto con la esencia de la fe. - Debemos obedecer la voz del Espíritu Santo.
La persecución o la tribulación, lo mismo que las épocas de relativa paz, deben verse a la luz de la guía del Espíritu. Él puede reunir a la comunidad en un mismo lugar, o dispersarla para extender el evangelio; y es quien nos muestra “cómo, dónde y a quién” hemos de predicar. Así como Felipe fue guiado por el Espíritu a Samaria (Hech. 8:5) y luego a acercarse al carro del eunuco etíope (Hech. 8:26–39), la Iglesia hoy necesita obedecer la guía del Espíritu paso a paso. - Es imprescindible la educación y el discipulado adaptados a la nueva era.
La Iglesia primitiva adoraba en el templo, pero también enseñaba en las sinagogas y en reuniones hogareñas. Entre los judíos existía una sólida tradición de educación familiar, lo que hizo más efectiva la instrucción en las sinagogas. La Iglesia actual también requiere desarrollar plataformas y modelos de enseñanza que se adapten a los nuevos tiempos: educación en línea, ministerios para jóvenes y adolescentes, recursos multimedia, etc. Sin esta clase de formación, la Iglesia corre el riesgo de no transmitir la fe adecuadamente a la siguiente generación.
Asimismo, David Jang enfatiza la necesidad de valorar a “diseñadores y trabajadores de TI”, pues en la actualidad, los “pies hermosos” que llevan el evangelio pueden ser las infraestructuras y los contenidos digitales. Para aprovechar esos “nuevos pies”, la Iglesia necesita personas especializadas y con talento que promuevan la expansión de la misión a través de los medios digitales. Diseñadores cristianos, editores de video, expertos en tecnología, profesionales de marketing digital, etc., pueden vincular su formación profesional con el servicio y el ministerio, abriendo así una ventana inmediata para predicar el evangelio en cualquier lugar del mundo.
En esta misma línea, él propone que la Iglesia funcione a manera de “plataforma”. La comunidad de Hechos compartía bienes (Hech. 2:44–45), aprendía unida la enseñanza de los apóstoles (Hech. 2:42) y mantenía una sólida comunión fraternal. En la actualidad, se puede recrear todo esto en el entorno digital: proporcionando herramientas para que los creyentes estudien la Palabra, compartan sus testimonios y peticiones de oración, sirvan a los más necesitados y reciban acompañamiento y consejería. Así, la Iglesia-plataforma trasciende las limitaciones físicas y rompe barreras geográficas, posibilitando el anuncio del evangelio a muchísimas más personas y enriqueciendo la comunión cristiana.
Además, David Jang subraya la importancia de conservar una perspectiva “histórico-teológica”, teniendo presente que la Iglesia existe dentro del gran propósito de salvación para todas las naciones. Esta visión conecta con Hechos 1:8, “…y me seréis testigos… hasta lo último de la tierra”. El crecimiento de la Iglesia local no debe ser el fin en sí mismo; la prioridad es que todos los pueblos y naciones oigan el evangelio. Por ello, la Iglesia ha de estar constantemente enviando y preparándose para llevar el mensaje hasta los confines del planeta.
Puede requerirse, por tanto, establecer iglesias “contextualizadas” a las realidades de cada nación, teniendo en cuenta la cultura culinaria, el lenguaje, el vestuario y la infraestructura de cada región. Así como la Iglesia primitiva fue adaptando el modelo eclesial desde Jerusalén y Judea hasta Samaria, Asia Menor y Roma, hoy la Iglesia debe encarnarse en los diversos contextos a fin de hacer viable la tarea evangelizadora.
Internet ofrece la posibilidad de conectar de inmediato esas diferentes culturas, lo cual puede acelerar y amplificar la labor misionera. Por ejemplo, antes de que un misionero pise cierta región de África, se puede enviar contenido en video o en el idioma local para presentar la fe cristiana. O se pueden formar pequeñas comunidades locales que reciban capacitación en línea y se unan a la oración y adoración virtual. Para esto, la Iglesia debe contar con estructuras como un “centro de misión digital” o una “escuela misionera en línea” donde se prepare y acompañe a líderes y misioneros. El pastor David Jang denomina a tales iniciativas “una Iglesia que allana el camino hacia la nueva era”, e invita a actuar de manera proactiva con la convicción de que “pronto llegará el alba”.
También recalca la necesidad de una participación activa en el proceso de “llevar el evangelio hasta los confines de la tierra en los últimos tiempos”. La expansión del evangelio iniciada en la Iglesia primitiva aún no ha terminado, y todavía existen muchos obstáculos y batallas espirituales. Con todo, el Espíritu Santo continúa obrando a través de la Iglesia, y llegará el momento establecido por Dios en que “primero debe ser predicado el evangelio a todas las naciones” (Mr. 13:10).
Por ende, la “genética espiritual” de la Iglesia primitiva —la fe inquebrantable que no temía la persecución y convertía ese ataque en oportunidad para llevar el evangelio aún más lejos; el espíritu misionero que rompía barreras culturales y geográficas, y la absoluta confianza en la dirección del Espíritu Santo— es tan urgente y valiosa hoy como en aquellos días. El pastor David Jang la reinterpreta en clave contemporánea, urgiendo a la Iglesia a utilizar con sabiduría las tecnologías de la información y la comunicación, las redes en línea y las tendencias culturales de la época para difundir el mensaje del evangelio.
El punto crucial es conservar el “verdadero evangelio” y una “sana eclesiología”. No importa cuán avanzadas sean las plataformas o los métodos tecnológicos: si el contenido del evangelio se diluye o se deforma la verdad, la Iglesia pierde su vitalidad espiritual. Por el contrario, si la Iglesia guarda con firmeza el núcleo del evangelio y la esencia de su naturaleza, a la par de responder con iniciativa a los cambios de la época, la dinámica de Hechos 8 —la Iglesia “dispersa y al mismo tiempo en marcha”— puede reproducirse con fuerza también hoy.
El pastor David Jang reitera con frecuencia que la Iglesia está viviendo un “tiempo de cosecha”. Muchísimas personas sufren una sed espiritual y buscan un significado para sus vidas. Por tanto, si la Iglesia ofrece con precisión y ternura el mensaje de salvación, habrá muchas almas que regresen a Dios. En Hechos 8:8 se menciona que, cuando Felipe sanó a muchos enfermos y predicó el evangelio en Samaria, “hubo gran gozo en aquella ciudad”. Del mismo modo, el anuncio del evangelio hace florecer el gozo donde impera la desesperanza, y esto constituye el corazón mismo de la misión y su fruto.
Por otra parte, el proceso de convertirse en una “Iglesia dispersa” y a la vez una “Iglesia en red” conlleva retos internos. Es posible que algunos sectores del cristianismo tradicional vean con escepticismo esta transformación; que existan choques con los feligreses que, por su formación, dan prioridad al culto presencial y a la experiencia comunitaria tangiblemente física. Además, cuestiones como la santa cena o el bautismo en línea, la administración de los oficios eclesiásticos o la disciplina pastoral en entornos virtuales aún suscitan debates teológicos no completamente resueltos. Aun así, el pastor David Jang insiste en que “es imprescindible afrontar todas estas discusiones y seguir avanzando por el bien del evangelio y del Reino de Dios”.
Él denomina esta situación “la versión actual de los ensayos y errores que vivieron la Iglesia de Jerusalén, la de Samaria y la de Antioquía”, recordando los conflictos culturales, teológicos y prácticos que surgieron cuando la Iglesia, inicialmente judía, extendió el mensaje a los gentiles (Hech. 10, Gál. 2, etc.). En el transcurso de toda la historia, la Iglesia nunca ha permanecido inmóvil en una “forma acabada”, sino que ha atravesado continuas reformas y ampliaciones en su compromiso con el evangelio. Mientras Cristo no regrese, la Iglesia deberá seguir “inacabada” en el sentido de su adaptación, su crecimiento y su renovación constante.
En conclusión, Hechos 8:1–5, con su relato de “dispersión y expansión”, ilumina el camino que debe recorrer la Iglesia hoy. Y en ese camino, el poder del Espíritu Santo siempre está presente, obrando conforme al plan de Dios. Corresponde a la Iglesia obedecer al Espíritu: reunirse cuando Él lo indique y dispersarse cuando Él lo disponga. Aplicado a nuestros días, esto puede tomar forma de una Iglesia “visible” y otra “invisible”, que funciona al unísono. En una visión más amplia, que abarca la salvación de la historia además de la salvación individual, la Iglesia puede interpretar los acontecimientos del mundo con una perspectiva bíblica y, a la luz de la providencia divina, dirigirse con decisión hacia todas las naciones con la misión mediada por los medios de comunicación.
El pastor David Jang resume su propuesta en la frase: “No te dejes atar por las circunstancias; más bien, utilízalas para que el evangelio se extienda”. Al igual que la persecución en la Iglesia primitiva se transformó en un “impulso de avance”, la Iglesia de hoy debe moverse siempre “Moving Forward”, incluso bajo epidemias, restricciones sociales, prejuicios culturales o incredulidad generalizada. El Espíritu Santo sigue vivo y operante, mostrando al Padre que busca a las almas perdidas. Corresponde a la Iglesia responder a ese llamado: dispersándose o congregándose —online u offline— y predicando incesantemente el evangelio.
Así como, tras la muerte de Esteban y el gran lamento que siguió, Felipe descendió a Samaria para anunciar el evangelio y llevar gozo a esa ciudad (Hech. 8:5–8), hoy la Iglesia, en medio de una época convulsa, ha de proclamar el mensaje de esperanza y alegría. Cuanto mayor sea la persecución y la aflicción, tanto más se manifestará el poder del Espíritu Santo. De ahí que podamos permanecer valientes, como peregrinos en este mundo, sosteniendo la comunión eclesial de mil maneras y extendiendo el evangelio. Y, tras esta misma historia, se encuentra el Dios inmutable que obró en la Iglesia primitiva y que hoy llama al pastor David Jang y a todos sus siervos a “ir y predicar”. Ya no por imposición de la persecución o la tribulación, sino con amor, obediencia y gozo, para que la Iglesia coreana y la Iglesia mundial recobren el dinamismo apostólico y vivan un nuevo avivamiento al estilo de Hechos, siendo testigos “en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra”.
En síntesis, la clave radica en: “La expansión del evangelio a la luz de la historia de la Iglesia primitiva y los cambios que enfrenta la Iglesia actual, junto con el énfasis del pastor David Jang en el verdadero evangelio y el nuevo paradigma eclesial”. Pese a las persecuciones, la dispersión en la Iglesia del primer siglo dio lugar al crecimiento del evangelio, y el Espíritu Santo siguió operando, llevando el Reino de Dios a cualquier lugar. Hoy, aunque la Iglesia se topa con desafíos distintos, contamos con el mismo Espíritu Santo y el mismo evangelio. El pastor David Jang resalta esta verdad y proyecta la visión de “una Iglesia que se expande con flexibilidad y poder acorde a las exigencias del presente”. Esta es la lección que emerge del estudio minucioso de Hechos 8 y el camino que hemos de andar como comunidad de fe.